Etiqueta: Liderazgo

¿Cómo ser un líder auténtico para las personas?.

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Hoy quiero proponeros unos minutos para profundizar un poco más sobre el significado del liderazgo y la importancia de desarrollar nuestras habilidades en este ámbito, no solo para aplicarlo en lo profesional, sino también en nuestras relaciones con otras personas.  

Sin duda, una parte importante del liderazgo consiste en inspirar a los demás y en hacer que se sientan motivadas para dar lo mejor de sí mismos, y para eso lo primero que vas a necesitar es conectar con ellos.  

Cuando estableces una conexión sincera y personal se crea un vínculo de confianza; y a partir de esa confianza es cuando las personas se empiezan realmente a comprometerse y se involucran de verdad.   Ahora bien…, la confianza en tu liderazgo solo puede desarrollarse si eres auténtico y accesible, demostrando que tu prioridad es hacer que las personas mejoren, que se sientan bien con lo que hacen y con lo que aportan hacia el objetivo que compaten con los demás. Y para llegar a generar esa confianza, debes ser siempre coherente entre lo que dices y lo que haces.

Ten muy presente que tu labor es la de impulsar el trabajo del equipo o de las personas que pretendes liderar, y vas a tener que ponerte siempre en el lugar de los demás, tanto en el modo en el que te comunicas como en el que actuas. Esto no es fácil, y va te va requerir que seas capaz de hacer una profunda reflexión interior, te mires al espejo y te preguntes si realmente tu manera de comunicarte y de actuar se puede estar percibiendo realmente como tú crees que debería percibirse, algo que a menudo no sucede.  

Somos una sociedad en la que las dudas y el miedo están siempre presentes. Se tiene miedo a perder lo que tenemos, lo que hemos conseguido con tanto esfuerzo, nuestra posición, nuestro puesto o nuestra propia autoestima… y eso nos condiciona en el trabajo, en nuestras relaciones personales y en nuestra capacidad de influir en los demás; de ahí la importancia de saber transmitir una sensación de seguridad cuando nos comunicamos o cuando tomamos una decisión que afecta a otros, sobre todo si es una decisión difícil, ya que esa seguridad es necesaria en las personas para sostener su estado emocional. Hay que proyectarles la sensación de que hay alguien frente a ellas que realmente sabe lo que hace, que afronta las dificultades con decisión, que se preocupa por lo que hacen y de que se sientan seguros haciéndolo.  

¿Pero cómo se consigue eso, si a menudo no somos capaces de transmitir suficiente confianza hacia nosotros mismos?.

En esto del liderazgo hay que intentar evitar el transmitir dudas. Por el contrario, se requiere mostrar mucha convicción y determinación para afrontar los problemas.   Otra cuestión importante es la solidaridad hacia las personas, la cual debe estar presente en todo momento, sobre todo cuando las situaciones se complican y se presentan dificultades que hay que resolver con rapidez. Eso sí…, esto de solucionar problemas siendo solidario no significa el estar dispuestos a tirarse por un barranco o inmolarse si fuese necesario; también la sinceridad es indispensable cuando no tienes respuestas a todos los problemas, porque es mejor reconocer una debilidad o una incapacidad que dar una mala respuesta.  

La sinceridad hacia los demás siempre ha sido una disciplina a respetar por encima de todo. Tú no estás para solucionar todos los problemas, sino para hacer que sean los miembros de tu equipo los que se consigan hacerlo por sí mismos. Cuando eso pase, habrás cumplido con una de tus principales atribuciones.  Eso sí…, llegados a ese punto, no se te ocurra hablar de lo que has conseguido tú; limítate a destacar el éxito de los demás por encima del tuyo. Porque el único éxito al que tú puedes aspirar como líder es a contribuir al éxito de los demás.

Céntrate en valorar positivamente lo que ha alcanzado tu equipo.   Esa es una buena forma de motivar, aunque siempre he pensado que las personas no podemos motivar a los demás. Lo que sí podemos llegar a hacer, por nuestro mal comportamiento, es llegar a desmotivar.

Esto vendría a tener una cierta similitud con el objetivo que tenemos todos de alcanzar la ansiada felicidad… En realidad, la felicidad es un estado de ánimo que no se alcanza, como tampoco es el final del camino hacia una meta; sino que se trata de algo así como un estado mental en el que decidimos estar o no.  Supongo que cualquier persona, líder o no, puede contribuir a facilitar las cosas a otra para que consiga alcanzar ese estado mental de felicidad al que me refiero, pero desde mi punto de vista, en absoluto puede una persona hacer feliz a otra; eso es algo que nadie puede hacer salvo esta última.

No obstante y al igual que pasa con la motivación, lo que sí puede conseguir cualquiera a través de su actitud es hacer profundamente infeliz a cualquiera. Por esto digo que la función de un líder es guiar, inspirar y allanar el camino en lo posible para que sean los demás los que lo recorran por sí mismos.

Otro aspecto importante en el liderazgo es el de las relaciones personales. Tu estilo de liderazgo debe mostrarse abierto y accesible, priorizando la ayuda a los demás para hacer que se sientan capaces de superar sus límites y poder avanzar; pero si te pasas de frenada, puedes transmitir la imagen de alquien que se mete donde no le llaman, llegar a incomodar y a generar el efecto contrario al que se pretende. Cuidado con eso…

Una buena manera de evitar una situación como esas es desarrollar las habilidades de comunicación y la escucha activa para fortalecer la confianza personal.

Trata de encontrar momentos en los que compartir tus propios problemas y razonamientos para que se perciba apertura y sinceridad. Compartir detalles de las líneas generales que definen tu visión de las cosas es positivo para ganar esa confianza y para conectar con las personas, ya que permite que se entiendan mejor las motivaciones de tus decisiones y de tu manera de proceder.

Una vez más, recuerda que tu función principal es ser guía y apoyo con un objertivo principal: conseguir que las personas que lideras desplieguen lo mejor de sí mismos, tanto de forma individual como colectiva. No estás ahí para ser el padre o la madre protectora de todos ellos, pero tampoco lo estás para ser un simple controlador que marca normas y procedimientos a seguir.

En tu papel, debes demostrar flexibilidad, ya que todo lo positivo que pueda aportar tu personalidad natural, las particularidades que definan tu estilo de liderazgo o cualquier otro aspecto de valor que podamos plantear, no tendrán siempre un mismo resultado, ya que eso dependerá de un entorno y circustancias cambiantes. Por esto necesitarás tener capacidad de adaptación a esas circusntancias para poder sacar el máximo partido de tu labor.

Por ir resumiendo, la característica más importante de un buen líder es su capacidad de inspirar y motivar a otros. Un líder debe poder comunicar su visión y objetivos de una manera que resuene en la personas y en los equipos; ofrecer orientación y apoyo cuando sea necesario, y al mismo tiempo ser capaz de reconocer las fortalezas y debilidades individuales de los miembros del equipo y también las propias, para aprovecharlas o corregirlas.

No olvides que las habilidades de liderazgo no nacen con la persona; requieren tiempo, esfuerzo y constancia para poder desarrollarlas. Y esto no tiene final…, es necesario estar actualizándolas permanentemente en línea con esta sociedad tan cambiante en la nos encontramos.

No dejes de practicar la escucha activa siempre, ya que es indispensable poder comprender mejor las necesidades de las personas, ya que los líderes deben esforzarse por crear un entorno en el que todos se sientan cómodos expresando sus ideas y opiniones, ¿cómo va a sentirse cómodo alguien si no se siente escuchado?.

Si quieres llegar a ser un buen líder, mi consejo es que te pongas a trabajar en esto de inmediato, poco a poco pero sin pausa, ya que el desarrollo de estas habilidades aporta muchos beneficios, tanto para la persona que las adquiere como para los distintos ambitos donde las pueda aplicar después.

Ten presente que tener la capacidad de inspirar a otros y liderarlos positivamente es algo cada vez más valorado por las empresas y por las organizaciones, ya que quienes demuestran poder influir en ello pueden aportarles un gran valor fomentando la colaboración y la creatividad, contribuyendo a una mayor productividad y capacidad en la resolución de problemas y a fomentar un ambiente de relaciones sólidas entre las personas.

Y hasta aquí el episodio de hoy. Te invito a que me sigas a través de este podcast para que no te pierdas el próximo episodio de La Guarida de Lycon.

Hasta pronto.

Miguel Ángel Beltrán

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El reto de emprender y no romperse la crisma.

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Hoy me apetece cambiar de tercio; no tengo ganas de hablar de desarrollo personal o de liderazgo. El día está frío y ventoso, me duele la espalda y no estoy de humor para ponerme serio, valga la contradicción.

Quiero hablaros de verdades incómodas, sobre todo a los que seguís persiguiendo sueños como pollos sin cabeza y que, obsesionados en conseguirlo, os empeñáis en dar tumbos entre ideas repentinas que empiezan por la ilusión e intentos fallidos por hacerlas realidad que acaban en la frustración.

Me dirijo a los que alguna vez se han levantado dormidos en mitad de una madrugada de calor asfixiante, se han dirigido hacia la nevera de la cocina para remojar un gaznate absolutamente reseco y por error le han dado un largo trago a una botella de vino abierta hace tres semanas, vino completamente agriado, pensando que era agua fresca. A mi me pasó…, fue toda una experiencia que me hizo despertar de golpe.

Un momento inolvidable de desagradables ardores de estómago y de irritación de mucosas que me sirven hoy de metáfora para describir las consecuencias de quienes se lanzan a emprender algo medio adormilados y después sufren las consecuencias de lo que ellos mismos suelen definir como una mala decisión tomada con la mejor de las intenciones.

Pues sí…, después de muchos intentos frustrados de llegar a hacer algo por ti mismo, acabas por darte cuenta, gracias al batacazo sufrido, de que el riesgo que debes asumir al tomar una decisión debe ser, como mínimo, el doble del resultado que deseas alcanzar y directamente proporcional a tu falta de sentido común. Son matemáticas simples; no existen los atajos o las recetas milagrosas salvo en las películas y en los podcast de advenedizos que pretenden ir de gurús diciendo a los demás cómo tienen que planificar sus vidas. Y yo no pretendo hacerlo aquí, lo juro por Snoopy.

Las posibilidades de alcanzar el éxito en aquello que buscamos, pero sin asumir el riesgo de que nos abramos la cabeza, son extremadamente pequeñas…

Tan pequeñas como que aún logrando salir airoso del trance, tengamos alguna posibilidad de que el resultado final se corresponda con lo soñado; vamos…, ni por asomo.

El 80% de las emprendedurías fracasan antes de los dos años de vida, el 90% en el caso de las que se atrevan a hacerlas en el ámbito de la tecnología; así están las cosas. ¿Significa esto que 8 de cada 10 emprendedores son unos irresponsables o unos auténticos inútiles?; en absoluto. Si pensáramos así, posiblemente estaríamos todavía viviendo en cavernas.

Si hay una regla básica que deberíamos aceptar en cualquiera que sea nuestro objetivo en la vida, es que cuanto mayor es el premio que queremos conseguir, mayor es el riesgo que debemos afrontar en nuestras decisiones. Plantear un objetivo personal o profesional sin pasar por el trance de exponerse a perder algo, aunque solo sea el tiempo y esfuerzo empleados, no lleva a ninguna parte. Y si nos apoyáramos en la suerte para alcanzar nuestros objetivos, ¿qué sentido tendría el reflexionar sobre cómo tomar nuestras decisiones y planificar nuestros esfuerzos, si todo dependería de cómo estén dispuestas las estrellas o de lo que digan las cábalas?. Si quieres jugar tienes que prepararte, actuar y arriesgar, punto.

Ciertamente en la aventura de emprender no puedes contar con la suerte, la única oportunidad realista de alcanzar el objetivo que te marques la tendrás si llevas en las alforjas un cierto conjunto de cosas; digamos que una mezcla de conocimiento, motivación y determinación, todo ello aderezado con un poquito de ambición y de mucha perseverancia. Si te falta alguno de estos ingredientes mejor ni lo intentes, porque a menos de que seas bendecido por el poder celestial, lo más probable es que te equivoques y le pegues un trago a la botella de vino agrio.

Pero no quiero quitar a nadie la ilusión de tratar de alcanzar sus sueños, ni mucho menos… Yo soy el primero que lo ha intentado varias veces y probablemente lo seguiré intentando en el futuro. El que nace con ese gusanillo nunca se lo quita de encima totalmente, eso va incluido de serie en el carácter para lo bueno y lo malo. «No aprendes», me ha dicho más de uno después de algún fracaso, aunque la verdad es que tampoco es eso exactamente…; me refiero a un fracaso del que no has aprendido nada; porque ya lo creo que aprendes…; lo haces cada vez que te estampas contra una pared.

De hecho, ciertamente algunos solo podemos aprender a golpes, pero aprendes al fin y al cabo, siempre y cuando tomes consciencia de tus propios errores y aproveches esa mala experiencia para mejorar. Que sepas que, desde mi discutible punto de vista, esa será tu única oportunidad de llegar a alguna parte; no es seguro si al lugar que deseas, pero tal vez a algún destino razonablemente bueno después de todo. El problema es que hay muchos cabezotas que son incapaces de reconocer su torpeza, ni aunque ésta les deje en evidencia de forma vergonzosa. Estos nunca aprenden nada.

Recuerdo a un jefe infame que tuve hace tiempo. Un personaje retorcido y manipulador, un verdadero demonio, pero que tenía momentos de lucidez que después de muchos años he sabido reconocer. Contaba con una habilidad natural para sacar a relucir la incapacidad que tienen muchas personas a la hora de aceptar, sin tapujos ni excusas baratas, las responsabilidades de los errores derivados de sus propias decisiones o de no haberlas tomado.

La mayoría de las personas tienden a eludir culpas ante una equivocación que provoque un daño o pérdida a terceros o incluso a sí mismos. Es una reacción muy humana que viene dada unas veces por el miedo a las consecuencias y otras por la negativa a perder un poquito del propio ego tras la posibilidad de tener que reconocer que has quedado como un idiota. Somos tan sensibles frente a las situaciones en las que quedamos en evidencia ante los demás, que estamos dispuestos a negarlas ante cualquiera con mil razonamientos, correr un tupido velo y agarrarnos al primer clavo ardiendo que nos permita salir del trance lo antes posible.

Uno de los numerosos días en los que aquel director nos reunía a todos los responsables de sección para arengarnos en nuestras tareas nos explicó, con toda la vehemencia que su carácter prepotente y narcisista podía permitirle, que una empresa es como un barco en el que conviven dos clases de tripulantes; una está formada por aquellos que, cuando llegan a la línea roja que supone la toma de una decisión difícil o trascendental, optarán por no saltarla para evitar el riesgo de equivocarse y quedar expuestos a las consecuencias de la crítica y del daño a su imagen personal o a su autoestima. La otra parte la forman los que, al llegar a esa línea, no dudan en saltarla. Son los que no eluden los problemas, ni tienen miedo a los desafíos o a las consecuencias que puedan derivarse de fallar al intentarlo y prefieren asumir el riesgo de dar el paso, siempre y cuando ese paso y riesgo merezcan la pena. Estas personas suelen tener inquietud de liderazgo; son ambiciosos, innovadores y emprendedores; gente ideal para afrontar grandes empresas. El problema es que también se pueden incluir en este grupo aquellos que se pasan de frenada; los imprudentes, los irreflexivos, los irresponsables y los locos.

Siguiendo con la metáfora marinera, hay personas que prefieren ser simples remeros en galeras durante toda la vida y hay otros que necesitan trabajar en cubierta, sentir el viento en la cara mientras el barco navega, participar en su gobierno y mojarse durante cualquier tormenta si es preciso, aunque eso suponga el riesgo de caer por la borda en cualquier golpe de mar. Estos no están exentos de acabar igualmente agarrando el remo como los primeros, pero tendrán muchas más posibilidades de alcanzar cualquier meta en la vida.

Lo que queda claro es que resulta imposible el alcanzar metas sin tomar decisiones y asumir sus riesgos, aunque, de todas formas, en esto de perseguir sueños, plantearse retos y superar objetivos, la realidad es mucho más compleja que la imaginada a través de cualquier metáfora simplista.

De entrada, una decisión importante no se puede tomar nunca a la ligera; debe estar meditada, tomando en cuenta sus pros y contras, los riesgos asociados y la preparación adecuada para afrontarlos. En este sentido, nuestro deseo interior por emprender algo que nos ilusiona y que soñamos alcanzar suele ir a menudo más deprisa que nuestro sentido común, tanto que puede acabar pasándonos por encima, (créeme…, sé bien de lo que hablo por propia experiencia), por lo que no vamos a descubrir nada extraordinario al afirmar que los retos que decidamos afrontar y las decisiones que se tomen al respecto, deben ser planteados en proporción a los riesgos asociados y a las consecuencias que estemos dispuestos a asumir.

El emprender no es un juego, es algo muy serio. Cuando le estamos dando vueltas a esa idea hay que tener bien desarrollado nuestro autoconocimiento; una palabra que suena un poco rebuscada, pero no me sale otra más adecuada. Tienes que conocer realmente qué es lo que pasa por tu cabeza y tus motivos, ya que es posible que en tu deseo de iniciar un proyecto personal te estés centrando únicamente en lo que te gustaría hacer y eso puede ser un grave error. Si quieres tener éxito en lo que emprendas, no intentes basar esa idea en hacer lo que más te gusta; eso de que no hay nada mejor que trabajar en lo que a uno le gusta es una memez desde un punto de vista emprendedor. En lo que debes enfocarte a la hora de emprender algo, si lo que quieres es tener éxito de verdad, es en aquello que sepas hacer mejor, y seguro que hay algo en lo que destacas, aunque todavía no hayas tomado conciencia de ello.

Tienes que descubrir en qué eres realmente bueno y darle vueltas hasta saber cómo sacarle partido. Cuando aclares esto, el siguiente paso será determinar la verdadera razón por la que deseas emprender. ¿Qué es lo que quieres conseguir?, ¿cuál es tu propósito en la vida?, ¿cuál es tu meta?, ¿para qué demonios te quieres meter en líos, con lo calentito y tranquilo que se está en casa?. Pero ya veo que finalmente estoy tendiendo a hacer lo que no quería…, decir a los demás lo que tienen que hacer para poder avanzar, cuando en realidad solo existen ciertas sugerencias a valorar en lugar de directrices a seguir que además no te garantizan absolutamente nada.

Llegados a éste punto, debo confesar que me resulta paradójico que esté escribiendo el episodio 24 de un podcast que se supone tiene el propósito de compartir planteamientos para ayudar a otros a ir avanzando hacia sus metas, cuando es posible que su verdadero objetivo sea el ayudarme a mi mismo. Si esto es así, ¿qué meta puedo estar buscando para estar empleando parte de mi tiempo libre en escribir y en grabar estos audios si probablemente los escuchen cuatro o cinco personas y por casualidad?.

Te contaré un secreto…, si a mi me preocupara el fracaso que pueda suponer el que estos audios no tengan interés para nadie o que no me reporten ningún beneficio concreto, podría pensar que invierto mi tiempo para nada; pero la verdad es que no me preocupa en absoluto. Creo que, por lo general, los emprendedores hacemos las cosas por otra razón distinta que poco tiene que ver con la ambición personal o con el ego.

Es posible que la razón de no estarse quieto sea el deseo de ganar notoriedad para sentirnos realizados o simplemente sentir que hemos hecho algo de valor por nosotros mismos y que además pueda servir de ayuda a otras personas. Sea la razón que sea, lo que me preocupa no es fracasar al poner en marcha una iniciativa personal que me parezca motivadora, sino el dejar pasar el tiempo sin ni siquiera haberlo intentado.

Te espero en el siguiente episodio.

Hasta pronto.

Miguel Ángel Beltrán

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¿Por qué deberías desarrollar tu marca personal?.

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Hay muchas razones por las que debes trabajar en tu marca personal. El mundo laboral ha cambiado mucho, igual que la propia sociedad; ahí fuera hay una jungla en la que para sobrevivir tienes que conseguir destacar, dar a conocer tus capacidades, tu forma de ser y de actuar. Pero esto hay que hacerlo con criterio y coherencia a partir de una estrategia adecuada para no transmitir una imagen equivocada sobre ti. Desarrollar tu marca personal siguiendo unas pautas adecuadas es lo que puede ayudarte a conseguirlo.

Seguro que mucha gente, cuando oyen hablar de «marca», inmediatamente piensan en un producto o en una empresa; lo cual no deja de ser correcto. La marca es un conjunto de conceptos destinados a distinguir a una empresa en su mercado objetivo, así como a transmitir su misión y valores.

La imagen, calidad y reputación de esa empresa están vinculadas a la marca y todo ello sirve para que sea identificada por el público al que se dirige y poder diferenciar ante él sus productos y servicios con respecto a sus competidores. La marca personal viene a ser más o menos lo mismo, solo que obviamente está relacionada con el perfil de una persona y no el de una empresa o producto.

En cierto modo, todos disponemos de nuestra propia marca personal, ya que es lo que nos define e identifica ante los demás con respecto a nuestra forma de ser y de actuar, nuestras habilidades, valores, etc. La marca personal no deja de ser la imagen que queda de nosotros en la mente de otros a partir de la experiencia que compartimos con ellos. Por lo tanto, en la medida que podamos mejorar esa huella que dejamos en la percepción de los demás, ganaremos en capacidad de influencia y relevancia, conceptos que son imprescindibles para ir creciendo profesionalmente e ir avanzando hacia el éxito en lo que vayamos a emprender.

Nuestra marca personal tiene, en definitiva, el objetivo de conseguir diferenciarnos para tener éxito en nuestras metas personales y profesionales, algo que sucede a través del modo en el que nos relacionarnos e interactuamos con otras personas. Ya podrás imaginar lo importante que puede ser el contar con una marca personal, puesto que es lo que explicará cómo eres y qué se puede esperar de ti a partir de la interpretación que tengan los demás sobre ello.

De la misma forma que una marca empresarial genera confianza en base a la reputación que ha ido construyendo alrededor de ella a lo largo del tiempo en el que ha desarrollado su actividad, tu marca personal también deberá transmitir esa confianza a partir de tu propia reputación, la cual habrás desarrollado a lo largo de los años a través de la relación que vayas teniendo con tu entorno. Por lo tanto, para conseguir una marca personal diferenciada y poderosa tendrás que asegurarte de que tus valores, capacidades y comportamiento mantengan coherencia con la imagen que transmitas, ya que será esto lo que definirá, de un modo u otro, la percepción que los demás tengan de ti. Por eso hay que trabajar esos tres aspectos permanentemente y mantenerlos alineados con una estrategia.

Recuerda que la reputación es la opinión, acertada o no, que llegan a tener sobre ti otras personas, algo que vas construyendo a lo largo de la vida a través de las experiencias, decisiones y comportamientos éticos y morales que vayas demostrando con quienes te relacionas.

Muchas de las marcas empresariales más famosas e importantes están siempre muy vinculadas con la reputación de la marca personal de los emprendedores que las han creado. Para tener éxito en cualquier proyecto que inicies, será clave el desarrollar la tuya, ya que aquellos a los que te vas a dirigir y que determinarán la evolución de ese proyecto, solo lo apoyarán si lo relacionan con alguien en quien se puede confiar. Y esto depende y mucho de la reputación personal que llegues a tener.

La reputación es lo que te permitirá hacer crecer tu marca y te hará crecer a ti. Comprenderás con ello lo difícil que puede ser alcanzar tus objetivos si lo que transmites a través de tu marca personal es la imagen de una persona poco formal, sin criterio o sin ética. Una vez más…, recuerda que la reputación no deja de ser el resultado de una percepción en la mente de las personas con las que te relacionas; puedes ser alguien con elevadas capacidades y valores, pero si tu marca personal no los refleja correctamente, no tendrán un impacto positivo en esa percepción o incluso se te valorará de forma totalmente alejada de la realidad por un mal planteamiento de la estrategia de marca que pongas en marcha.

La reputación es el músculo de tu marca personal. Lo es todo.

El impacto que consigas a través de la reputación de tu marca personal en un determinado grupo de interés o mercado en el que estás interesado, dependerá del grado de conocimiento que estos lleguen a alcanzar sobre la imagen y valores que transmites. Toda persona de éxito ha llegado a serlo porque ha invertido esfuerzos en desarrollar su marca personal y porque ha tenido claro desde el principio sus objetivos. Si decides empezar a construir la tuya, lo primero que necesitarás es tener muy claro qué es lo que pretendes alcanzar.

Y hay muchos objetivos a elegir en los que el tener una marca personal atractiva será determinante para alcanzarlos. Por ejemplo, si tu intención es crear una empresa, tu marca personal aportará confianza y lealtad a tus clientes, y es muy probable que otros posibles nuevos clientes potenciales les consulten a ellos sobre tus conocimientos, experiencia o forma de actuar; aspectos que obviamente están ligados con tu marca personal.

También podría ser que te decidas por tratar de ampliar tu círculo de relaciones y de amistades, conseguir socios o clientes para un proyecto, ganar visibilidad en redes sociales, un mayor reconocimiento en la empresa donde trabajas o que otra se interese por ti para una determinada posición. Cualquiera que sea el objetivo que te plantees, tu marca personal podrá ayudarte a conseguirlo.

Llegados a este punto, ¿cómo empezar a desarrollarla?.

Lo primero es entender en qué condiciones está tu marca personal hoy. Para eso podemos trabajar con un análisis DAFO que supongo conocerás o del que seguro habrás oido hablar. El Análisis DAFO es un método de autoconocimiento que nos permite describir nuestras Debilidades, Fortalezas, Amenazas y Oportunidades ante el objetivo que nos queramos plantear para saber que deberemos hacer para intentar alcanzarlo.

Son cuatro apartados en los que iremos describiendo todo lo se nos ocurra sobre cada uno de ellos, algo que nos ayudará después a entender con mayor claridad nuestra posición actual frente al reto que nos planteamos y su entorno. Nos aportará información importante para preparar nuestro plan estratégico y de acción. Cuanto más precisos seamos en este ejercicio, mejor será el análisis que podamos realizar con posterioridad.

El análisis DAFO personal es una herramienta con un proceso sencillo y práctico de autodescubrimiento, ideal para las personas que necesitan identificar con precisión de qué modo transcurren sus vidas y determinar qué acciones acometer y hacia donde hacerlo para poder mejorar y avanzar. Pero es un sistema que, si quieres que funcione, deberás afrontarlo con espíritu de autocrítica y de forma muy honesta, ya que es la única manera de llegar a conocer los aspectos internos de tu personalidad. No puedes engañarte a ti mismo en esto, ya que acabarías mostrando una imagen irreal que no te servirá para lo que pretendes conseguir.

Siguiendo el proceso DAFO vamos a determinar cuáles son las competencias que te diferencian y las que necesitas desarrollar. Por lógica, se requiere esto para poder actuar en tu desarrollo y mejora personal; saber en qué debes enfocar tus mayores esfuerzos. Defines una meta, identificas los recursos que necesitas para alcanzarla, indagas para saber con cuales de ellos ya cuentas y con cuales de ellos no, e inicias tu trabajo de capacitación para obtener o reforzar estos últimos.

Pero el proceso DAFO no se queda ahí, también sirve para reconocer el entorno en el que tendrás que moverte, ofreciendo una definición de factores externos que te afectan tanto en tus capacidades como en tu modo de actuar. Aquí es donde se describen las amenazas y las oportunidades; dos aspectos en los que no tenemos control para poder cambiarlos, ya que no dependen de nosotros. Reconocer ese entorno e identificar las dificultades a afrontar es lo que te ofrecerá pistas para establecer tu plan de acción y estar preparado para manejarlas.

El proceso es muy sencillo; empieza por dibujar un cuadro que a su vez dividirás en cuatro partes iguales. En el cuadrante superior izquierdo irás escribiendo tus fortalezas y en el superior derecho tus debilidades. Los dos cuadrantes inferiores son los que identifican al entorno; el izquierdo será para las oportunidades y el derecho para las amenazas. Puedes encontrar fácilmente plantillas DAFO en internet con las que practicar.

En el apartado de las FORTALEZAS nos centraremos en las competencias personales y profesionales en las que consideras que puedes destacar respecto a los demás o simplemente en las que tienes más habilidad. Incluye otras cosas que se te dan particularmente bien y que también podrían ayudarte a ser más competitivo. Si te cuesta identificarlas, prueba por hacerte preguntas como

  • Cuáles son las cosas que hago mejor.
  • De qué formación y conocimientos dispongo
  • Qué cosas me gusta hacer y me motivan.
  • En qué aspectos destaco frente a los demás.

En el apartado de las DEBILIDADES habrá que describir aquellas capacidades personales y profesionales en las que pensamos que estamos más flojos y en las que debemos mejorar. Nos basaremos en lo relacionado con nuestra formación y conocimientos, pero también con nuestra actitud, carácter, control emocional, comunicación, relaciones personales y con cualquier otro aspecto que pueda representar una limitación que debilite nuestras opciones. Algunas cuestiones que te podrías plantear son:

  • Qué cosas no se me dan bien o no me motivan
  • Qué defectos o hábitos pueden afectarme negativamente
  • Qué aspectos de mi personalidad pueden frenar mi desarrollo
  • En qué creo que debería mejorar.

Pasando a los cuadrantes que definen el entorno, empezamos por el de las AMENAZAS, donde vamos a describir qué factores pueden limitar tu desarrollo personal y profesional, así como los posibles cambios o situaciones de tu día a día que podrían poner en riesgo tu hacia los objetivos.

Como decía antes, las AMENAZAS son factores externos, por lo que las cosas que describamos en este cuadrante del DAFO tienen en común que no están bajo nuestro control, pero forman parte de tu realidad, aunque afectan a todas las personas o puede que te ocurran solo a ti de forma inesperada y frenar tu desarrollo; ya sea por un momento de crisis económica, perdida del empleo, enfermedad o cualquier otra cosa. Probablemente ninguna de ellas podrás evitarlas, pero sí anticiparte a sus consecuencias y tomar medidas con antelación para reducir su impacto en lo posible. Puedes trabajar este apartado haciéndote preguntas como…

  • Qué factores externos pueden frenarme en mis objetivos.
  • Cuál es la tendencia económica general y su previsible evolución.
  • Qué cambios en el entorno puede producirse a medio plazo que puedan afectarme.
  • Qué situación tengo con respecto a mis competidores.

Y finalmente, en el grupo de OPORTUNIDADES, señalaremos las principales opciones y situaciones que puedan representar una ayuda para poder avanzar y cuáles son las ventajas que nos aportarían para ello.

Las oportunidades se pueden entender como factores o situaciones personales de las que se obtendrá un beneficio si se trabaja sobre ella. Podemos determinar esas oportunidades cuestionándote cosas como…

  • Qué circunstancias de tu entorno podrían mejorar tu vida
  • Donde podrías aportar valor diferenciador con las fortalezas de que dispones.
  • Qué tendencias hay en el mercado objetivo al que te dirijes.
  • Qué aspectos de los que te definen son más demandados por ese mercado.

Mientras más información incluyas en los cuatro cuadrantes, mejor. Después tendrás que analizar toda esa información, de la que deberás una serie de conclusiones que te ayudarán a determinar hacia dónde y cómo dirigir tu plan estratégico y de acción.

Pero con el DAFO no acaba la cosa…, también tendrás que analizar a tu público objetivo y sus características antes de determinar el mensaje que quieres transmitir y el enfoque que utilizarás para hacerlo. También tendrás que establecer un procedimiento que te ayude a planificar el despliegue de esa estrategia y un modo de ir midiendo los resultados de lo que vayas haciendo, algo imprescindible para ir haciendo las correcciones que sean necesarias.

El modo en el que elabores esa estrategia y plan de acción se tendrá que apoyar en tres conceptos: la Misión, la Visión y los Valores de tu marca personal. Esto es más importante de lo que puedas pensar, ya que son la base que nos permitirá dar un sentido coherente al mensaje que transmita nuestra marca personal.

Por definir estos tres conceptos un poco…. Al igual que en el caso de la marca empresarial, en la marca personal la Misión es lo que define su actividad; qué es y qué hace.

Por otra parte, la Visión es la perspectiva de futuro de la propia empresa o persona; hacia donde se dirige, cuál es el objetivo final de su actividad y a dónde quiere llegar.

Y finalmente, los Valores se refieren al modo en el que ambos realizan su actividad; sobre qué principios éticos y profesionales se apoya para ofrecer lo que hace o el modo en el que interactúa entre las personas que estén de algún modo relacionadas con ese proceso, tanto las que pertenecen a la propia empresa o equipo, como las que están fuera de ella, como proveedores o clientes.

Por ir concluyendo…; el desarrollo de tu marca personal parte de tres preguntas esenciales que tienes que responder de forma clara y escueta antes de dar cualquier otro paso:

¿Qué hago?, ¿A dónde quiero llegar? y ¿Cómo lo hago?.

Por ejemplo, en mi caso particular…

  • ¿Cuál es mi Misión o qué es lo que hago?.

Me dedico a «crear contenidos destinados al desarrollo personal y profesional para ayudar a las personas a mejorar».

  • ¿Cuál es mi Visión o dónde quiero llegar?.

Pretendo llegar a ser un buen referente para las personas que quieren reforzar sus capacidades y crecer profesionalmente.

  • ¿Cuáles son mis Valores ó cómo lo actúo en lo que hago?.

Lo hago con humildad y honestidad, siempre con espíritu emprendedor y con ánimo de ayudar a los demás.

Una vez hemos trabajado nuestro DAFO, desarrollado nuestro plan estratégico y de acción a partir de sus conclusiones, analizado en profundidad nuestro mercado y público objetivos y definidas la Misión, La Visión y los Valores que queremos transmitir a través de nuestra marca personal, lo que tocará hacer es decidir cuál será nuestro posicionamiento en el ámbito, mercado o grupo social al que nos dirigimos, pero esto es algo que compartiré contigo en un próximo episodio, ya que debo acabar aquí.

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Te espero.

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El arte de comunicar y llegar a convencer.

Tener capacidad de oratoria y un buen dominio de la dialéctica y de la retórica para comunicar algo son habilidades que merece la pena desarrollar, ya que pueden ser clave para tu crecimiento personal y tu éxito profesional.

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Con ellas podemos transmitir nuestros argumentos con fluidez y precisión. Y lo cierto es que, si consigues dominar estas habilidades, no solo crecerás como profesional, también ganarás el respeto y admiración de quienes te escuchen, ya que la verdad es que no son muchos los que se atreven a coger el micrófono delante de una audiencia para explicar con fluidez algo interesante y conseguir captar la atención, y eso siempre es valorado.

La razón de que hayan pocos que se atrevan con esto es que el miedo al ridículo, a la crítica y a ser el centro de atención suele provocar un cierto rechazo en la mayoría de las personas. Sin embargo, se puede llegar a desarrollar nuestra capacidad de ser elocuentes en nuestro modo de comunicarnos y a controlar nuestras inseguridades siguiendo determinadas pautas que están sobradamente definidas desde hace mucho tiempo.

La elocuencia a la hora de expresarnos es la capacidad de transmitir con claridad lo que queremos decir y llegar a ser persuasivos ante los demás.

Con ella puedes atraer el interés de otras personas en cualquier ámbito en el que te encuentres y ser capaz de convencer a muchos de lo que dices e incluso convertirte en alguien que puede inspirar a otros. Sin duda, es una potente herramienta de proyección personal, ya que el poder expresar con facilidad, rigor y claridad una argumentación, es lo que te acerca a la posibilidad de destacar e influir en el comportamiento o en la manera de pensar de quienes te escuchen.

Hay quienes demuestran tener mucha habilidad para hablar y ser el foco de atención durante una conversación con un grupo de familiares o conocidos; sin embargo, frente a un micrófono y un público que los mira con atención a la espera de que empiecen a explicarse, las cosas cambian; esa facilidad de palabra con la que siempre han contado tiende a convertirse en inseguridad en muchos casos, mientras que la claridad y la contundencia de ideas con las que habitualmente se expresan en un entorno más informal y relajado desaparece y surgen los nervios y las dificultades para expresarse de manera fluida y coherente. Es la reacción común al miedo escénico y a quedar en evidencia.

Sin duda, uno de los principales temores del orador suele ser que, en el momento de verse delante de docenas o centenares de miradas expectantes, la mente se le quede en blanco y de repente no recuerde nada de lo que quería decir, ni de lo que tanto había ensayado durante varios días o semanas.

Es bastante probable que en alguna ocasión te veas en la obligación de hacer ese ejercicio de oratoria frente a un grupo más o menos numeroso de personas, ya sea para una ponencia sobre un tema concreto, la presentación de un proyecto o incluso para presidir una junta de vecinos; hay muchas más situaciones de las que parece en las que te puede pasar, tanto en tu vida profesional como en la personal.

Sea en un caso o en otro, cuando nos vemos en esa necesidad, todos tratamos de prepararnos lo mejor posible. Lo primero que hace la mayoría es escribir sobre un papel lo que se pretende decir para repetirlo una y otra vez hasta que se les quede grabado en la memoria y después exponerlo casi de forma literal. La razón de hacer esto tiene más que ver con el miedo a fallar y hacer el ridículo que con aprovechar esa oportunidad para hacer algo destacable.

En mi caso y después de haber realizado un número respetable de presentaciones en público, he llegado a la conclusión de que hay que intentar relajarse un poco con esto y plantear las preparación de otra forma. Desde mi punto de vista, es mejor trabajarla sin empeñarse en aprender de memoria un diálogo que previamente se ha redactado sobre un papel. La experiencia demuestra que la mejor manera de evitar el riesgo de quedarse en blanco es asimilar el significado de lo que se quiere transmitir y no tanto el memorizar párrafos que en realidad nunca se podrán exponer literalmente, ya que siempre surgirá algo que lo impedirá y que podría hacer perder el hilo de lo que se está diciendo, además de poner al orador en un aprieto. Yo no creo en la presentación sin fallos imprevistos, para mi no existe esa posibilidad; siempre ocurre alguna cosa que, por pequeña que sea, nos complicará la situación.

Decía Dale Carnegie, un famoso escritor especializado en relaciones humanas y comunicación, que…

«Siempre hay tres discursos por cada discurso que dar: el que practicaste, el que diste y el que te hubiese gustado dar».

Dale Carnegie

Lo que quería decir con esto es que no hay un speech o una presentación que pueda ser perfecta; siempre habrá alguna cosa que saldrá de una manera distinta a la que habíamos pensado inicialmente y deberemos recurrir a la improvisación; así que el buscar la perfección absoluta a través de la memorización posiblemente será un esfuerzo inútil.

Ten muy presente que se te ha dado la oportunidad de ser escuchado, de compartir ideas y valores, de transmitir conocimiento y de poder influir en los demás, por eso es más importante haber asimilado bien lo que vas a explicar y creer en ello que pretender relatarlo como si leyeras un libro y sin saber realmente el significado de buena parte de lo que afirmas, ya que además de no resultar natural, probable no conectes con el público y pierdas el privilegio que supone el que te dediquen su tiempo y atención.

En cualquier caso, muchos oradores no perciben el tener que hablar en público como un privilegio, sino como una prueba peligrosa y una preocupación, ya que siempre existe un riesgo de que, además de transmitir tus cualidades y conocimientos, también des a conocer tus defectos y limitaciones; y a nadie le gusta exponerse a una cosa así. Por eso hay que aprender técnicas de oratoria y aplicar ciertas pautas en tus presentaciones para que tu argumentos sean entendidos y aceptados.

No hay duda de que, para hacer una presentación exitosa, se debe tener un buen conocimiento del tema a tratar; es muy difícil resultar creíble si no tenemos mucha idea de lo que sale por nuestra boca. Pero aun teniendo ese conocimiento, eso no garantiza el buen resultado por sí solo. El ponente va a necesitar otras cosas para conseguir atraer el interés y lograr convencer. Será muy importante demostrar flexibilidad y capacidad de adaptación a las características de la audiencia a la que se dirige, además de desarrollar estrategias que le permitan transmitir agilidad y seguridad en el modo en el que lo hace, tanto vocalmente como expresivamente, ya que también la comunicación no verbal tiene su peso en este juego.

Una preparación adecuada en ese sentido va a depender de un conjunto de factores. El primero es, obviamente, el saber de qué se habla, pero también el entender las características del público al nos queremos dirigir, qué número de asistentes esperamos tener y qué pretendemos conseguir con lo que vamos a explicar, ¿se trata de informar, de convencer para que nos compren algo, de darles formación o simplemente de entretener?.

Todo esto es necesario para determinar el modelo de presentación que llevaremos a cabo, ya que cada situación requiere un modo distinto de actuación. No es lo mismo improvisar un argumento sin preparación previa alguna, que memorizar un conjunto de ellos y exponerlos siguiendo un guion o simplemente leer frente a un micrófono un contenido previamente redactado. Cada uno de ellos puede tener sentido en función del contexto en el que se aplique, pero ese contexto hay que determinarlo.

Algo que también ayuda para la preparación y siempre que eso sea posible, es conocer el espacio donde tendrás que dirigirte al público y tener un contacto previo con él. Si no puedes desplazarte al lugar personalmente, trata de conseguir algunas fotografías en diferentes ángulos. Tal vez puedas pedirlas a la organización o buscarlas por internet. Esto es muy útil para tener una visión general del lugar que te ayude a proyectar mentalmente tus ensayos. Y ensayos frente al espejo, frente a una cámara o frente a un grupo pequeño de personas es aconsejable que hagas y muchos. De esta forma, cuando te pongas frente al micrófono te será más fácil acomodarte a la visión que tendrás, ya que no te resultará tan desconocida.

Recuerda que una correcta presentación debe contar con un contenido variado, pero bien estructurado siguiendo las pautas básicas de la retórica, para que el público no se pierda en palabrería inconexa que haga imposible seguirla y entenderla. La argumentación tiene que ser sólida y contrastada para que sea aceptada, pero también habrá que canalizarla correctamente para facilitar su comprensión y asimilación.

La retórica es una disciplina para construir oratorias con el propósito de persuadir sobre una opinión y orientar a los demás hacia una determinada manera de pensar y actuar frente a ellas. Cicerón fue un filósofo y orador romano considerado como uno de los grandes retóricos de Roma. Él decía que…

“La verdadera elocuencia en un discurso consiste en tratar las materias humildes con delicadeza, las cosas importantes con solemnidad y las cuestiones corrientes con sencillez.”

Cicerón

Es buena idea el aplicar este enfoque en el modo en que prepares tus presentaciones.

No te compliques con frases de relleno sin valor en el discurso, ve al grano y céntrate en lo que realmente puede ser interesante; cuida la pronunciación y juega con el tono de la voz procurando no parecer plano, aplica energía a las explicaciones para enfatizar las cosas importantes o los silencios oportunos para generar momentos de mayor expectación. En otro episodio entraré más en detalle con este apartado.

Otra cuestión a tener en cuenta es que una presentación puede tener un enfoque formal o informal en función de cómo sea el público y de la interacción que se pretenda establecer con él durante la presentación. Es probable que en tus comienzos prefieras optar por un guion formal, más estructurado y rígido; sobre todo si se trata de exponer un tema que no dominas. Este es un modelo habitual para una sala con un público numeroso donde esa interacción se hace menos posible. La ventaja en este caso es que el orador no necesitará ser un gran experto en el tema a exponer, ni tener grandes dotes para involucrar a la gente y hacerla participar con sus aportaciones y opiniones; esto sería más típico en un enfoque informal, donde la improvisación es más habitual, pero para esto se requiere tener bastante habilidad para coordinar al mismo tiempo argumentos, público y tiempos; algo que nunca es fácil.

Ten también presente que no solo es necesario un buen contenido; el ponente tiene que transmitir motivación y entusiasmo en sus expresiones, no permanecer estático como una estatua; utilizar la expresividad de brazos, manos, rostro y voz. Tampoco es que tengas que ponerte a hacer aspavientos como si te hubiese dado un ataque, pero es mejor demostrar una cierta energía y pasión en el modo en el que transmites tu mensaje, ya que ayudará a que el público mantenga su atención; lo peor que hay en un orador es resultar soporífero, por muy interesante que sea el tema que aborda.

Todo ponente tiene el objetivo de que su oratoria sea percibida y entendida correctamente, que sea valorada de forma positiva, asimilada por el público y posteriormente utilizada, ya sea para compartir lo aprendido o para aplicarlo directamente. El conseguir esto requiere mucha práctica para ir adquiriendo soltura, pero aún llegando a dominar todo lo que he dicho anteriormente, recuerda que la práctica en sí misma no te permite corregir tus defectos, hay que prestar atención a nuestro modo de actuar y mantener un espíritu crítico sobre nosotros mismos para ir viendo donde podemos ir mejorando cosas. Fíjate en otros oradores y observa de qué modo se desenvuelven ellos; trata de detectar esos detalles que hacen de sus discursos algo interesante y cautivador; toma nota y ve construyendo tu propio estilo.

En definitiva, ya seas un maestro, un político, el directivo de una empresa o un vendedor, en algún momento tendrás que expresarte en público para transmitir una idea o información. En cualquiera de esas ocasiones se pondrá a prueba tu conocimiento sobre la materia, tu experiencia y tu capacidad de comunicación; pero también habrás de demostrar detalles personales de estilo que tendrán su relevancia en el nivel de aceptación de lo que digas. Al fin y al cabo, la capacidad de persuasión es algo que no está principalmente en la información, sino en el modo en que la transmitimos; de ahí que sea tan importante añadir a tus palabras su dosis de pasión, sensibilidad, empatía y entusiasmo.

Hasta aquí este episodio dedicado al arte y la técnica de hablar en público. Te propongo seguir hablado de esto en los próximos contenidos que compartiré contigo en La Guarida de Lycon. Profundizaremos más sobre cómo desarrollar tus habilidades para comunicar, persuadir, emocionar y convencer. No dudes en compartir cualquier sugerencia o comentarios que me puedan ayudar a mejorar mis contenidos y dale al botoncito de “seguir” para que no te pierdas el próximo.

Te espero.

Miguel Ángel Beltrán

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Tu ruta hacia la mejor versión de ti mismo.

Alcanza tu máximo potencial a través del desarrollo personal y el liderazgo

¿Cómo afrontar el objetivo de alcanzar tu máximo potencial?. Tal vez te parezca un tema aburrido, pero te propongo quédate un ratito aquí y escuchar lo que quiedo explicarte, porque creo que podría haber alguna cosa que tal vez te resulte interesante o al menos sirva para hacer alguna reflexión sobre tu situación actual y sobre lo que quisieras cambiar.

Antes de empezar, déjame decirte que el desarrollo personal es como un parque de atracciones en el que decides entrar: te vas a encontrar con muchas situaciones emocionantes, con algunos momentos de temor que tendrás que superar y en los que experimentarás un cierto vertigo, pero en los que tu intención, si decides pasar por esa experiencia, es que al final salgas de ella con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque es verdad que no siempre sucede así, posiblemente porque depende mucho de la actitud con la que entres en el parque.

Por esto, como pasa en todo parque de atracciones, también en el viaje épico de la mejora personal hay algunas reglas importantes que debemos seguir para asegurarnos de ese viaje sea seguro y placentero. Así que, sin más preámbulos, aquí van algunas recomendaciones para que disfrutes al máximo de tu aventura hacia la automejora:

Lo primero que debes tener presente cuando inicies ese camino es el encontrar tu propio ritmo. El desarrollo personal no es una carrera, así que no te preocupes si no avanzas tan rápido como quisieras. Lo importante es que te sientas cómodo con el ritmo que estás llevando y que te permitas disfrutar de las distintas experiencias que tengas por el camino.

Esto es así, porque el desarrollo personal es un proceso continuo de crecimiento y mejora individual que aplicas en diferentes áreas de la vida, como la salud física, la emocional, las relaciones interpersonales, la carrera profesional y el bienestar espiritual. Tal como pasa con las tareas del día a día, quien pretende hacer muchas tareas a la vez, en realidad no consigue hacer ninguna en condiciones. Tienes que planificar y priorizar, pero sobre todo, debes adaptarte a tus posibilidades y ritmo para que no acabes quemándote y perdiendo el ánimo e interés.

Otro punto importante que tendrás que imponer en tu actitud de mejora es el NO compararte con los demás: Cada persona es única y tiene sus propios desafíos y oportunidades de mejora. No te sientas mal si otros parecen estar avanzado más que tú en alguna área de la vida. Recuerda que todos tenemos nuestras propias fortalezas y debilidades; lo importante es trabajar en lo que nos hace felices y satisfechos. Y eso puede variar mucho entre las personas.

Cada persona es única y tiene sus propias experiencias, personalidad, talentos y circunstancias que la diferencian. Es posible que compartas algunas similitudes con otros, pero también tendrás muchas características que te diferencian de ellos. Por lo tanto, no tiene sentido el comparar tu evolución, ni tampoco aportará nada positivo; más bien todo lo contrario. Así que evítalo.

Lo siguiente es el aprende de tus errores: Todos cometemos errores, y no todos ellos son malos; de hecho, mirándolo con perspectiva ningún error lo es. Lo importante es que sepas reconocerlos, aprender de ellos y seguir adelante. Como dicen por ahí, “errar es humano, pero rectificar es de sabios”.

Los errores son importantes por varias razones:

Nos ayudan a aprender, ya que nos muestran qué es lo que no funciona, por lo que nos dan la oportunidad de corregir y mejorar nuestras acciones. Al cometer un error, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre lo que salió mal, analizar cómo podemos hacerlo mejor la próxima vez, y así aprender de la experiencia.

Los errores nos hacen más fuertes, ya que al cometerlos y superarlos desarrollamos una mayor capacidad de resiliencia y adaptación. Aprendemos a manejar mejor la frustración, el fracaso y la incertidumbre, lo que nos permite enfrentar futuros desafíos con mayor confianza y seguridad.

Al cometer errores y enfrentarlos es cuando se activa nuestro verdadero potencial:  podemos descubrir habilidades o fortalezas que no sabíamos que teníamos. Siempre existe la posibilidad de que descubramos nuevas soluciones o ideas que no habríamos considerado si el error no se hubiese producido, lo que puede ser muy valioso para nuestro crecimiento personal y profesional.

El equivocarnos también nos mantienen humildes: Cometer errores nos ayuda a recordar que no somos perfectos y que siempre hay cosas que podemos mejorar. Esto evita que nuestro ego nos nuble la cabeza y nos desconecte de la realidad. La humildad nos ayuda a ser más compasivos y empáticos con los demás. Y esto es algo más necesario de lo que parece si queremos mejorar y crecer en la vida.

En definitiva, los errores son parte fundamental del proceso de aprendizaje y crecimiento personal. Aprender de ellos y utilizarlos como una oportunidad es clave para alcanzar nuestras metas y objetivos.

Otra recomendación para hacer tu recorrido más ameno y fácil…

Rodéate de gente positiva: La gente con la que te rodeas puede tener un gran impacto en tu vida. Trata de tener cerca a personas positivas y motivadoras, que te apoyen en tu camino hacia la automejora y te hagan sentir bien contigo mismo. Al fin y al cabo, tu objetivo de mejora es convertirte en una de ellas.

Una persona positiva es alguien que tiene una actitud optimista y constructiva ante la vida y las situaciones que se le presentan. Es agradecida por lo que tiene y por las personas que le acompañan en su vida. Tiene una mente abierta y está dispuesta a adaptarse a las situaciones cambiantes. No se deja vencer fácilmente por los obstáculos o las dificultades, y busca siempre el lado bueno de las cosas.

Las personas positivas comprenden las dificultades de otros, muestran compasión hacia ellos y tratan de ayudar a los demás. Se enfocan en buscar soluciones en lugar de permitir que los problemas se enquisten y quedarse abandonados a ellos. Una persona positiva busca formas de resolver las situaciones, son perseverantes y procuran tener una visión optimista. Ellos mantienen en su cabeza la idea de que las cosas van a salir bien, incluso en situaciones difíciles. Mejor alimentar tu mente con esta visión que con la de que se acerca el apocalipsis y ya no hay nada que hacer, ya que esto te hundirá.

Y además son proactivas: en lugar de esperar que las cosas sucedan, se mueven y actuan para crear cambios positivos. No se están quietos para verlas venir; procuran tener lo que se llama «pensamiento estrategico», para intentar ver más allá y estar mejor preparados; algo de lo que ya he hablado en un capítulo anterior de La Guarida de Lycon.

Comprenderás lo importante que será para ti y para tu objetivo de mejorar el que la gente que te rodea tenga esa actitud en la vida, ya que es contagiosa y muy beneficiosa. No es que se trate de gente que siempre está feliz o que niega los problemas y dificultades a los que se enfrenta; sino que tienen una actitud optimista y realista ante la vida, y buscan siempre encontrar formas de mejorar y crecer. No dudes en seguir esa estela e incluso contar con sus consejos.

Y una última recomendación…, no te tomes las cosas demasiado en serio.

De hecho, el no tomarse todo demasiado en serio es una actitud muy saludable y liberadora. Significa no permitir que ciertas cosas que parecen importantes y que no lo son arruinen nuestro día. Por ejemplo, no darle demasiada importancia a las críticas o a las opiniones negativas de los demás, y aprender a reírnos de nosotros mismos cuando cometemos errores o hacemos algo torpe.

Esta actitud puede tener muchos beneficios, como reducir el estrés y la ansiedad, mejorar la autoestima y la confianza en uno mismo, fomentar la creatividad y la innovación, y mejorar las relaciones interpersonales. Al no tomar todo demasiado en serio, podemos disfrutar más del momento presente, ser más auténticos y espontáneos, y sentirnos más relajados y en paz.

Por supuesto, esto no significa que no debamos tomar en serio nuestras responsabilidades o metas importantes. Simplemente se trata de no aferrarnos demasiado a nuestras expectativas o a los resultados, y de aprender a disfrutar del proceso y del aprendizaje que conlleva.

En resumen, el camino hacia tu desarrollo personal es algo emocionante y lleno de oportunidades para crecer y mejorar tu vida. Pero recuerda que aunque pueda ser una meta muy importante, eso no significa que su recorrido no pueda ser divertido. Permítete reír y disfrutar de lo que haces para conseguirlo, ya que incluso de tus tropiezos puedes sacar algo positivo.

Elbert Hubbart fue un famoso escritor y filósofo que nos dejó una frase muy inspiradora y reveladora sobre lo que acabo de compartir contigo: «No te tomes la vida demasiado en serio, ya que nadie sale vivo de ella.». No lo olvides.

Aquí finaliza este episodio de La Guarida de Lycon. Espero que te ha parecido de interés. Si es así, te propongo que te suscribas a este canal para que no te pierdas el siguiente episodio en el que seguiré compartiendo consejos para ayudarte en tu desarrollo personal y profesional.

Te espero

Hasta pronto.

Miguel Ángel Beltrán

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No te quemes. Evita el Burn Out

El ritmo actual que llevamos no es el mejor para sentirse en forma y con vitalidad. Sufrir estrés, angustia o ansiedad durante un periodo prolongado trae consigo consecuencias directas en la salud.

Las razones del estrés laboral son bastante comunes, con los matices que pueda haber en cada empresa. La mayoría de las veces, las principales causas que provocan agotamiento o en palabras coloquiales, que «te quemes», tienen relación con factores que podemos controlar, pero otras veces no…

Visto lo visto, ¿qué tal si paramos un momento, respiramos profundamente y analizamos un poco la situación en el vídeo que te he preparado?.

Miguel Ángel Beltrán

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Empatía y Liderazgo.

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Toda empresa necesita del compromiso y determinación de su mayor patrimonio, las personas. En ese compromiso, las emociones juegan un papel irrenunciable, pues forman parte de nuestra naturaleza vital y son algo que debemos proteger, pues su ausencia nos llevaría a destruir lo que es imprescindible en toda labor en equipo, el sentido de pertenencia al mismo y el deseo de contribuir en su crecimiento colectivo. (más…)

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